La estabilidad macroeconómica no puede ser un concepto estático
Eduardo García Michel
En el país hemos concentrado la energía y creatividad en preservar lo que se llama la estabilidad macroeconómica. Y hemos descuidado otros aspectos relevantes, como por ejemplo, competitividad, productividad.
Mantener la estabilidad macroeconómica es fundamental, porque un ambiente de desequilibrio económico, caracterizado por elevada inflación y fluctuaciones bruscas del tipo de cambio y tasas de interés, crea una situación de incertidumbre muy dañina, propicia el surgimiento de la especulación, erosiona el empleo y el desempeño de las empresas, y termina causando el colapso de las actividades económicas, así como la agudización de la pobreza.
El término estabilidad parece referirse a algo estático. Sin embargo, en economía no tiene el sentido que tuviera si, por ejemplo, estuviéramos hablando de física, pues en ese caso se confundiría con la inercia. Y nadie quisiera una economía sumida en la inercia, ya que equivaldría a estancamiento. Por eso, para ayudar a que se entienda el concepto, puede ponerse como ejemplo que la estabilidad perfecta sería la de los cementerios, pues la muerte es la más profunda de las estabilidades, inconmovible, eterna. En cambio, la economía es y debe ser dinámica, viva, vital.
La estabilidad macroeconómica no debe ser un concepto estático y, en consecuencia, no puede consistir en fijar como meta y prioridad la esterilización de recursos productivos valiosos con vocación de ser usados en proyectos productivos de largo plazo, como es el caso de los fondos de pensiones; no puede plasmarse en frenar el potencial de crecimiento de sectores fundamentales, expuestos a la competencia internacional, como es el caso del turismo; no puede conciliarse con la tendencia de prevalencia de un mercado formal laboral estancado; no debe ser cónsona con el desplazamiento creciente de los sectores productivos hasta del propio mercado interno, a favor de comercializadores de bienes importados.
Dicha estabilidad, asimismo, no debe tener como consecuencia el crecimiento de sectores que son de apoyo, mientras los fundamentales se mantienen en condiciones precarias; no puede centrarse en el mantenimiento de un tipo de cambio que se mueve por debajo de la inflación interna o del diferencial de inflación con nuestros principales socios comerciales, sacando de competencia a la producción nacional; no puede sustentarse en la falta de acceso suficiente al crédito por parte de las actividades productivas y con tasas de interés altas.
El desarrollo humano, social y económico, no debe quedar desvirtuado ni supeditado al logro de metas estrechas e insuficientes, que se han convertido en sinónimo de estabilidad acroeconómica, frente a las cuales los objetivos reales pierden relevancia, como lo demuestra la distancia tan grande que nos separa para cumplir con los llamados objetivos del milenio, o la posición relativa tan desafortunada en que estamos situados en los indicadores de competitividad global.
El desempeño macroeconómico que produce esos resultados, por muy estable que luzca, no es suficiente en cuanto provoca la ampliación de las desigualdades de todo tipo y los desequilibrios sectoriales, laborales, regionales, entre otros.
La estabilidad macroeconómica deseable y suficiente, es aquella sustentada en una vigorosa acumulación de reservas internacionales generadas por el aparato productivo, no dependiente de nuevos situados como las remesas, ni de flujos de capitales golondrina, no conectados a proyectos de largo plazo; apoyada en el crecimiento de la base monetaria en función de la evolución de esas reservas internacionales, lo que daría solidez a la moneda; afincada en la expansión de la economía impulsada por una progresiva y creciente competitividad; orientada a la absorción productiva de los flujos poblacionales para cortar el doloroso tránsito de la emigración y el drama de la desintegración familiar; dirigida a la creación de condiciones favorables para que el aparato productivo genere empleo digno e ingresos para la población.
Es decir, tiene que ser una estabilidad dinámica e integradora.
Por eso es que sectores amplios de la población se asombran de que el crecimiento, cuyas cifras se muestran en vitrinas bien diseñadas, no se irradia ni se percibe en los grandes núcleos poblacionales.
Y es que toda “estabilidad” que conduzca a éxodo de población; expansión del mercado informal y disminución del formal; profundización de la desigualdad social; no solución de problemas básicos de la comunidad, verbigracia, electricidad, inmigración masiva, analfabetismo funcional, deterioro de indicadores de salud, entre otras, es incompatible con el desarrollo del país.
Es un mito más que una realidad. Es un farol que simula alumbrar, desprovisto de fuente de energía.
Y con esto, en el fondo, lo que se quiere significar es que crecer es necesario pero insuficiente, y que las políticas públicas no pueden agotarse en metas tan simples como dar seguimiento con esmero a una sola variable, ignorando y descuidando tantas otras más relevantes, cuando el mundo y la sociedad son tan complejos y diversos.
