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13 de Diciembre, 2011 · cuento

Estimulo fiscal vs confianza

Estímulo fiscal versus confianza

Eduardo García Michel

 

En estos últimos meses se ha estado poniendo a prueba la solvencia del instrumental económico acumulado desde la Gran Depresión. Muchos llegaron a creer que nunca más se volvería a presentar el espectro de un cataclismo económico mundial. Vano sueño que los acontecimientos de un tiempo para acá se han encargado de poner de relieve.

Es verdad que el conocimiento más amplio de la realidad macroeconómica, la política de estímulo  a la demanda, la consolidación institucional, y el ejercicio de la libre iniciativa individual, hicieron el milagro de establecer a partir de la segunda guerra mundial un clima de prosperidad con alto nivel de empleo, sobre todo en el mundo occidental.

El sistema económico que se creó de paridad fija con el oro, tuvo que ser modificado cuando la emisión de dólares se hizo masiva al pasar Estados Unidos a ser deudor neto. Y esto dio lugar a la libre flotación de las monedas y a la desaparición del respaldo material que justificaba su aceptación. Por tanto, el ordenamiento monetario internacional quedó sin contrapeso que regulara la creación de dinero.

Después de eso se produjo la revolución liberal en que se eliminaron regulaciones, flexibilizaron normas, disminuyeron impuestos sin los consiguientes recortes de gastos, y se permitió el libre movimiento de capitales, todo eso sin imponer supervisión efectiva.

La conjunción de estos factores ha llevado a un mundo de grandes desequilibrios externos e internos, liquidez abundante, descalabros bancarios, acumulación de deuda y déficit fiscales, que mantienen a muchos países al borde de la recesión y con tasas alarmantes de desempleo.

A lo anterior se agrega que las naciones que concentran la mayor parte de la población mundial abren paso a la sociedad de consumo, lo que pone mayor presión sobre las materias primas y hace renacer el interés sobre la validez de aquella preocupación de los años 60 del siglo pasado con respecto a los límites del crecimiento económico.  

En la zona del euro  los países líderes están llegando ahora a la conclusión de que no hay futuro sin unificación total de la política fiscal. Y es obvio, una moneda común no puede sobrevivir sin armonización de la política económica. El objetivo es alcanzar un pacto en el corto plazo que lleve al déficit estructural cero, con sanciones efectivas por incumplimiento, siendo la principal la exclusión del conjunto monetario.

Parece haber pasado el tiempo en que la deuda soberana se consideraba exenta de riesgo, como se demuestra con los casos de Estados Unidos, Italia y España. Los fuertes desajustes financiados con emisión de deuda soberana, están llevando a correctivos severos en los mercados, que hacen imposible seguir aplicando la receta de más endeudamiento para efectuar gastos y estimular la economía.

En el fondo lo que está ocurriendo es que la práctica de los Estados de acudir al estímulo a la demanda con expansión del gasto público y de la deuda soberana como remedio para enfrentar la recesión, parece haber encontrado un límite poderoso e inmaterial, que la convierte en inviable cuando se ha llegado a cierto nivel de desequilibrio.

Ese límite es el del umbral mínimo de confianza que están exigiendo los mercados para transar sus operaciones con fluidez. Si no se satisface ese requisito entonces las cotizaciones caen, la deuda pública no se coloca, salvo a precios prohibitivos, y se detiene o encoge la marcha de la economía.  Algo inmaterial como es el factor confianza se erige como determinante.  

Y eso significa que habrá que eliminar o reducir el desbalance como condición previa a la reanudación del crecimiento. Y eso habrá de llevar a una economía internacional más austera, menos inflada, con recortes en los gastos públicos y ajustes en los ingresos, pero más sana, en que el estado de bienestar debería tener cabida aunque persistan dudas de si podrá ser financiable y bajo qué condiciones.

Todo parece indicar que más temprano que tarde asistiremos a la revisión y modificación del sistema económico mundial para basarlo en un compromiso firme que  permita el funcionamiento de estabilizadores que moderen los desequilibrios; por ejemplo imponiendo topes al superávit y déficit en cuenta corriente de la balanza de pagos, y al fiscal, con sanciones funcionales por incumplimiento.

En el plano local no sería descabellado que se empezara a tomar nota de este cambio en las reglas de juego, con objeto de que vayamos adoptándolas por interés propio, pues al fin y al cabo es mejor crecer con sobriedad y equilibrio externo, que hacerlo con taras de deuda, déficit público y desajustes sociales, regionales y sectoriales, que condicionan por decenios el desarrollo.   

publicado por egarciamichel a las 18:28 · Sin comentarios  ·  Recomendar
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