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09 de Octubre, 2011 · cuento sátira política

Los ríos que no cogen agua

Los ríos que no cogen agua

Por Eduardo García Michel

He disfrutado a plenitud al leer dos disertaciones de Don Enrique Armenteros sobre el estado del medio ambiente y la foresta, pronunciadas, una, el pasado 8 de mayo en San Francisco de Macorís; la otra, el 18 de junio en La Vega. Y ambas me han emocionado.

En una de ellas relata el siguiente diálogo entre dos campesinos:   ” _Hermano, el río suena a seca.  ¿Uté lo siente? _ Y el otro contesta: _Si, hermano, to el aguacero ta bajando; ya el agua no se quea arriba, como di ante._”

Los invito a que relean con atención ese diálogo.  

_ ¡Muévase, cretino! ¡Deje de mecer esa pereza y póngase en actividad! ¡Por Dios, actúe! No lo deje para después, que ya es tarde. _ Reverbera en la lejanía el gusanillo. 

_ Pero carajo, pierda el miedo, que nadie pretende ponerlo a que ataje el agua con sus manos para que cuando llueva no baje alocada del monte. Eso sí, compréndalo, lo menos que debería preguntarse es por qué, si ya “ los ríos no cogen agua”, como es que  “el agua no se quea arriba, como di ante”.  Si lo sabe, entonces reaccione. Y, además, sepa que no es la seca la que suena, sino el agua que se la lleva. _ Repite burlón el mismo gusanillo.

Y  en medio de ese diálogo tan confuso, me pregunto: ¿qué hace este buen hombre, con dinero desde tanto  tiempo ha,  ya con 84 años cumplidos, dando bandazos de aquí para allá, preocupado por reforestar un país en el que la despreocupación de sus moradores resuena con tintes de luto? ¿Qué diablos hace, cuando  más bien pudiera estarse tranquilo, disfrutando de lo que le gusta?

Y él me responde, en un diálogo imaginario,  con una cita, insertada en su discurso, que lo retrata: “el hombre empieza a comprender la trascendencia de la vida cuando siembra árboles de sombra bajo la cual sabe que nunca se sentará”.

Pienso que ese es un concepto metafísico: trascender. Pero no; barrunto que no es sólo eso lo que lo inquieta.

Y así es, pues Don Enrique, poniéndose formal,  confiesa: “_he dedicado muchas horas de mi vida, he invertido mis energías y mi entusiasmo, en esta tarea de defensa de la naturaleza. A pesar de todas las circunstancias, no la abandonaré porque creo que la protección del futuro de nuestra descendencia lo merece y nos lo exige. Cuento con que no estaremos solos en esta tarea._”

Ojalá que no, pero en este momento no estoy seguro de si alguien lo seguirá en esta obsesión sana de dejar a buen cubierto el futuro de las generaciones jóvenes. _ ¡Y qué más da!_, dirían los indolentes.

Yo mismo, que comparto sus ideales, reconozco que hago bien poco por imitarlo. Porque de lo que se trata no es sólo de compartir una visión, sino que, y él mismo lo señala: _lo que el país necesita es decisión y acción._

Y casi siento abanicar la brisa en mi cara, cuando Don Enrique acude a la siguiente reflexión de Edmon Burke: “Nadie comete un error más grande que aquel que no hizo nada porque creía que lo que podía hacer era muy poco”.

Es verdad. Decisión y acción es lo que falta.

Al repasar los dos discursos me voy dando cuenta de que este hombre ha trascendido más de lo que piensa, pues ya sus orientaciones forman parte de una filosofía de vida que ha ido tejiendo con el hilo de sus ejecutorias.

Me vuelve a abanicar la brisa cuando leo esto: “Esta no es una tarea para grandes héroes.”

No, reflexiono yo, es para gente sencilla, corriente, pero con el único requisito de que sepa conquistar el título de ciudadano auténtico. Y me pregunto. ¿Acaso no lo somos, todos? Y me respondo: en lo formal, sí. En esencia, tal vez no. Nuestros actos indican lo que somos. Y la forma de comportarnos no siempre honra el concepto de ciudadanía.

Reconozco que me he sentido confundido al leer en su discurso que las prioridades de la República deben ser, en este orden: 1) medio ambiente, 2) salud, 3) educación, 4) vivienda.

Seguro que no vamos a pelear por eso, pero me aferro a que la primera debe ser la educación, porque todas las demás se le subordinan.

Pero, aunque “ya los ríos no cogen agua”, prefiero evitar por eso mismo que me tiren al lecho seco y pedregoso, por si acaso me arropa el torrente, y por eso, en vez de polemizar, prefiero destacar su llamado a que nos “agrupemos todos los dominicanos, haciendo un compromiso de todos la titánica tarea de reconstruir lo que hemos devastado.”

Lo secundo y admiro. ¡Cuánta falta hacen hombres de su dimensión y visión!

publicado por egarciamichel a las 21:21 · 1 Comentario  ·  Recomendar
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Comentarios (1) ·  Enviar comentario
Apreciado Eduardo:

Excelente el articulo, te remitire algo que escribimos hace varios años!!
publicado por Manuel Gonzalez Tejera, el 10.10.2011 21:38
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