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30 de Abril, 2012 · economía

El ciclo económico

El ciclo económico y su manejo

Eduardo García Michel

No se sabe si algún día podrá encontrarse solución al problema de la depresión y recesión económica, fantasma redivivo que coletea más vivaracho que nunca a pesar de Keynes, quién fue el teórico que más atinó a encontrar soluciones  prácticas, con la ayuda, inestimable e indeseable, de la segunda guerra mundial.

Algunos abominan del origen del déficit y del endeudamiento público que se conformó en esta crisis, y satanizan la ayuda pública a bancos que se excedieron y que financiaron hipotecas cuyo valor estaba montado únicamente en la espiral de la burbuja. Pero si se es exigente con la rigurosidad de la lógica, hay que admitir que guste o no guste, la receta anti cíclica demandaba expandir la demanda, independientemente del destino del dinero. 

Y así fue como se hizo. El Club del poder económico al que se conoce como de “los  veinte”, obligó al sistema económico mundial, a través del FMI, a alinear a todos los países bajo la consiga de que los tiempos reclamaban endeudarse más, gastar más, aunque no todos los países lo necesitasen. Y dentro de ese predicamento, pueblos tan isla como el dominicano, participaron en la ejecución de la estrategia dominante.

Ahora, el instrumental del gran teórico que alivió la Gran Depresión, se ve menoscabado en el mar de la contradicción en que se mueven los mercados.

Por un lado, en los países europeos con alta deuda y déficit público, y bancos con cartera pública e hipotecaria elevada,  el mercado ha  reaccionado con erosión en la confianza, lo que ha impulsado la huida de capitales y el desplome de las cotizaciones en las bolsas. De ahí se desprende que el desajuste fiscal y el crédito bancario mal canalizado, tienen que ser corregidos para que regrese la confianza.  

Por otro lado, ha surgido la paradoja de que cuando esos países han emprendido con determinación los ajustes necesarios, entonces también se los ha penalizado con calificaciones de riesgo más bajas, y más fugas de capitales, con el argumento de que esas medidas reducen el potencial del crecimiento en el corto y mediano plazo, y por tanto, disminuyen el crédito interno y la capacidad de pago de los Estados endeudados.

A pesar de esos vaivenes y contradicciones, los hechos han estado dejando claro, con su implacable testarudez,  que a partir de determinado umbral de estímulo económico, el mercado inutiliza las recetas universalmente aceptadas contra la recesión. Es decir, los desajustes fiscales adicionales, dejan de tener impacto, y más bien empeoran las cosas, tanto porque no hay quienes los financien, como, si los hubiere, se ven contrarrestados por mayores fugas de capitales. Y esto profundiza la crisis, en vez de aliviarla.

En consecuencia, la receta, ya no keynesiana sino krugmaniana, de combatir con más desajustes una recesión que ya se había enfrentado previamente con enormes déficit y deuda pública, ha encontrado una resistencia numantina insospechada en los mercados, que siendo irracionales aplican la lógica elemental de saber que todo tiene un límite en la vida, y que la receta para salir de una borrachera crónica y prolongada, no puede ser continuar bebiendo más.

Se ha llegado a una especie de trampa tendida en arena movediza, según la cual a partir de determinado nivel de endeudamiento púbico y déficit fiscal, seguir creando deuda y más déficit público resulta contraproducente; no ayuda y más bien daña.

La razón es elemental. En esta época de la información, con la electrónica que permea las fronteras, los capitales se mueven en forma instantánea sin importar su monto; de un momento a otro pueden desplazarse  cifras innombrables, manejadas por terceros que no son ni siquiera propietarios, que defienden comisiones y porcentajes, asustados o atraídos por voces fantasmales; que da igual.

El problema mayor es que, teniendo racionalidad ese comportamiento, su anverso no la tiene. Es decir, no se puede penalizar con desconfianza y huida de capitales, tanto al desajuste como al ajuste fiscal. Ambos no pueden ser objeto del mismo trato. Si uno es indeseable y se penaliza, el otro debería ser valorado positivamente.

Pero no. Ha estado dando lo mismo.

Esto parece estar indicando que se requiere algo más que el simple ajuste para volver a la normalidad, siempre que no implique más deuda pública,  lo cual parece abrir la puerta a cierto grado de estímulo monetario.

En Europa se está planteado armar una especie de plan Marshall, que no endeude al Estado. Si aciertan con la fórmula será una notable contribución al manejo de los ciclos económicos. Si no lo hacen, nadie sabe hasta dónde esta crisis llevará  al mundo.  

 (edogarmi.fullblog.com.ar)

publicado por egarciamichel a las 22:34 · Sin comentarios  ·  Recomendar
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