En torno al Dr. Moscoso Puello
Eduardo García Michel
La semana pasada publiqué una entrevista imaginaria hecha al Dr. Francisco Moscoso Puello. A ese propósito usé el texto de su libro “Cartas a Evelina”, editado en 1940, pero escritas con anterioridad.
De la entrevista se desprende que, a casi un siglo de distancia, siguen repitiéndose algunos temas y problemas, como si el tiempo se hubiese detenido.
Algunos amigos se sorprendieron de que me hubiese referido a ese personaje, sin explicarme sus razones. Tratemos de adivinarlas.
Es sabido que el pensamiento del Dr. Moscoso Puello se inserta dentro de la corriente del pesimismo, común en muchos de nuestros pensadores y líderes políticos.
Ese pesimismo llevó, en ocasiones, a la entrega de la soberanía. Aunque pudo y debió haber conducido, como fue el caso de la “generación del 1898” en España, al surgimiento de un movimiento renovador que impulsara la transformación de la sociedad, conducta y educación de nuestro pueblo. Desafortunadamente, aunque lo hubo, no pudo imponer su visión.
El Dr. Moscoso Puello creía en un determinismo fatal, que condenaba al pueblo dominicano a vivir en subdesarrollo, tanto por las inclemencias del clima tropical que calcina las células cerebrales, como por la falta de uniformidad étnica.
Esas apreciaciones suyas no las comparto. Y podrían dar lugar a concepciones políticas peligrosas y detestables. Pero eso no impide que reconozca en él a uno de nuestros grandes intelectuales.
Supo, como pocos, penetrar, arañar, profundizar en la psiquis y comportamiento social de nuestro pueblo, y dejó estampas que reflejan con autenticidad y fuerza nuestro carácter, virtudes y defectos.
Por lo demás, merece ser leído, discutido, hasta para exorcizar los demonios que lo llevaron a ser tremendista en múltiples ocasiones.
Mi artículo constituía una especie de provocación: invitar a los lectores a hacer una introspección sobre el presente y una reflexión sobre el futuro. A despertar de la modorra, de la parálisis que inhibe la creatividad.
Un desafío para que seamos más exigentes; para que aprendamos que la política es algo muy serio y respetable.
Un llamado de atención para que se deje de pensar que “la vida es algo, pero el cargo público es todo”, lo que lleva a creer que vocear consignas partidarias y asegurar adhesiones, es un mérito de guerra que asegura el desempeño eficiente de funciones públicas.
Un grito para que reafirmemos los valores universales.
¡Caramba! A casi un siglo de distancia y parece como si fuéramos incapaces de superar males antiguos.
Hay que reconocer que no todos los políticos están “inficionados de un egoísmo morboso, devorados por las más bajas pasiones y aman apasionadamente la Hacienda Pública”, como decía Moscoso Puello; pero a algunos la aseveración les va como anillo al dedo.
Muchos estarán de acuerdo en que todavía tiene alguna vigencia su afirmación de que “he nacido a la vida de la razón, en una época corrompida, en un país desgraciado, infeliz, sin razón de ser. Ha muchos años que estoy buscando un ciudadano de ideas levantadas y de sentimientos superiores”.
Muchos compartirán esta otra afirmación suya de que “todavía la República está por hacer. Nadie se atreve a realizar las cosas fundamentales”.
Da pena decirlo, pero ha faltado coraje para enfrentar con profundidad y decisión los problemas nacionales. En general, los políticos no se atreven a actuar por el temor a perder votos, que se impone por encima de la visión de Estado. Y cada ciudadano suele hacer lo que le da la gana.
Sin embargo, me resisto a aceptar que todo está perdido. Pienso que parte de la clase política tiene madera y ambición para trascender. Y que tal vez más pronto que tarde podrá demostrarlo.
En lo que a mí concierne, creo en mi país, en su potencial; que lo sueño grande.
Sé que solo será concretado mediante el trabajo arduo; a través de enfrentar los problemas con carácter y decisión.
Espero que quienes reciban la oportunidad de conducir a la nación estén inspirados en un espíritu transformador y comiencen a actuar en función de satisfacer las necesidades básicas.
Deseo que Dios los alumbre y ayude a convertirse en líderes, en estadistas visionarios, inficionados por la pasión de educar, y de modificar las estructuras sociales y económicas, para colocar al país en el pináculo de las naciones desarrolladas
Cuando así resulte, Moscoso Puello y los demás pesimistas, habrán quedado superados para siempre. Así sea.
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